Caro Restrepo

LA HISTORIA DE MI PRIMER AMOR

Vengo a contarles una historia de amor, una historia que empezó hace mucho tiempo y se intensificó cuando llegue de mi ciudad, Medellín, a Bogotá a estudiar artes escénicas en la Universidad Javeriana, con la idea de profundizar y conocer mejor a mi amor de toda la vida, la danza.  En el camino de conocer mejor ese amor encontré muchos matices y nuevas ramas que hicieron que este se convirtiera en algo mucho más grande y mientras ese amor crecía, yo lo hacía con él.

LA RAÍZ Y EL COMIENZO

Empecemos por el principio, Medellín, 2009, a ese año le pertenece uno de los recuerdos que más se me viene a la cabeza en la actualidad cuando pienso en todo lo que he hecho durante mi carrera en Artes Escénicas ¿por qué? Simple, en 2009 tenía 6 años y llevaba 1 año bailando en academia, allí teníamos presentaciones, pero solo era una y era al final de cada año, a mí no me parecía suficiente, por lo que decidí hacer yo misma, mis propias presentaciones en la casa de mi abuela, lo hacía tan seguido que se volvió una costumbre familiar.  Cuando les hablo de presentaciones, me refiero a todo un acontecimiento en donde yo, sin darme cuenta me convertía en mi propia productora, coreógrafa, bailarina, vestuarista, maquilladora, directora de arte e iluminadora, TODO, sin embargo, a esa edad no lo veía como mucho trabajo y ni siquiera etiquetaba esas funciones con su nombre, fue algo que gracias a mi academia entendí que era necesario y parte del proceso de hacer una presentación. Yo por mi parte estaba feliz de poder reunir en un mismo lugar todo lo que amo hacer en función de mi danza, mi primer amor.

¿Y por qué me parece importante este recuerdo en la actualidad? Espero recuerden que al principio mencioné que, durante la carrera, mi primer amor se comenzó a nutrir de diferentes matices y se convirtió así en algo mucho más grande.  Para mí, la raíz de todo eso, que más adelante explicaré con más detalle vino de este momento, cuando solo tenía 6 años.

DECONSTRUIR (ME) PARA CONSTRUIR (ME)

Ahora vámonos a mi primer año en Bogotá, mi primer año de carrera, 2021, ciclo básico.

Debo admitir que llegue a la carrera con un pensamiento que no me iba a llevar muy lejos, muchas veces nos ponemos a nosotros mismos en un pedestal y en un lugar en donde pensamos que ya no nos pueden enseñar nada. Pronto entendí que no tiene ningún sentido creer que lo sabemos todo, eso es imposible, incluso mientras escribo esto soy consciente que todavía tengo mucho que aprender y eso me encanta. Afortunadamente ese pedestal no tardó mucho en desvanecerse y darle paso a una Caro que estaba abierta a recibir todo lo que le querían enseñar y así comenzar a ampliar su visión artística (así en ese momento no fuera consciente de que lo estaba haciendo). Por un lado, si me reencontré con algunas bases en la danza que no visitaba hace un tiempo y que me sirvieron para reforzar lo que había estado aprendiendo en los últimos años y al mismo tiempo, esto me ayudó a ver la danza desde otros lugares. Por otro lado, entendí que dentro de la danza existen más lenguajes de los que pensaba, notaba como cada profesor tenía un matiz y una forma de mostrarnos el movimiento y la danza muy diferente, y que, aunque mi cuerpo sabía las bases, iba a aprender nuevas vías de llegar al movimiento y que junto a nuevas sensaciones mi lenguaje se extendería de una forma que nunca imaginé.

Aunque la actuación nunca fue mi búsqueda dentro de las artes escénicas, me llevo mucho de ella con respecto a la actitud y disposición que se debe tener en escena, la presencia que obtuve por varios ejercicios que hacíamos en las clases fue una que nunca había tenido al bailar y que inconscientemente comencé a traducir hacia mi danza. En primer semestre por ejemplo, tuve mi primer acercamiento a la actuación a través de la clase de principios de la actuación I, con la maestra Sofía Monsalve, de esa clase me llevo una enseñanza muy importante y una de las mejores demostraciones de lo que significa la energía grupal, entrenamiento juicioso y fuerza mental: la danza del viento, la famosa danza del viento, un ejercicio del que nadie paraba de hablar desde que entre a la carrera…al parecer era muy famoso. Pero ¿Por qué?, pronto esa pregunta obtuvo respuesta, concretamente en el momento en el que Sofia nos la presento personalmente y la comenzamos a trabajar en clase. Desde el primer momento noté que gracias a la intensidad del entrenamiento mi cuerpo estaba presente y se disponía completamente a estar sumergida dentro del ejercicio. La danza del viento me dio herramientas que jamás había tenido para estar en escena, cada que hacíamos la danza como entrenamiento en clase sentía que entraba en un trance, un trance en el que lograba relacionarme con mis compañeros desde una energía que todos estábamos creando y entregando mutuamente, relacionarme con el espacio, haciéndome consciente de él, habitándolo y usándolo a mi favor. Por otro lado, está la relación cuerpo – voz – mente que se creaba y me permitía entrar en distintas cualidades de energía. Como bailarina, fue muy enriquecedor aprender de estas cualidades, puesto que empecé a cambiar mi presencia y estado durante todas las clases del semestre y esto me ayudo a entenderme más al bailar y así mismo a darme cuenta que no estaba sola y de lo mucho que podía aprender de mis compañeros solamente por saber que estaba compartiendo el espacio con ellos.

Por otro lado, me introdujeron a un nuevo término que jamás había escuchado… la somática ¿y eso qué es? ¿Qué tiene que ver eso con bailar y porque había una clase dedicada a ello?, no tenía ni idea, pero durante todo el ciclo básico comenzaron a surgir varios términos ligados a la somática, auto – regulación, consciencia, limites, autoconocimiento…y aunque empecé a entender superficialmente lo que estos términos me querían decir y como se conectaban directamente con el arte escénico, debo admitir que no fue algo a lo que le prestara mucha atención. Aún no entendía la importancia y necesidad de aprender a hacer el arte escénico desde estas prácticas y conceptos somáticos. En principios de somática I, mi primera clase de somática, con el maestro Camilo Martínez, vimos cómo funcionaba la somática a través de prácticas como yoga, por lo que yo relacioné directamente este concepto con el hacer yoga, y aunque la somática se puede ver reflejada en prácticas como estas, no se limitaba solo a esto. Mis primeros acercamientos hacia la somática fueron un poco más superficiales, esto, principalmente porque aún no había entrelazado este concepto con mi danza, veía estas dos practicas por separado, como si una no tuviera que ver con la otra. Fue más adelante en ciclo profesional, cuando por experiencias propias comencé a entender lo importante que la somática era para tener un crecimiento responsable y lógico en todas las practicas que decidiera hacer.

Fueron dos semestres en donde empecé a ver lo que me gustaba y lo que más me llamaba la atención dentro del arte escénico. Tuve peleas internas por el miedo de no saber si estaba haciendo lo que me llevaría a lo que estaba buscando, porque no sabía si estar ahí era lo correcto o no. Puedo llegar a ser muy acelerada y ambiciosa, a veces no entiendo que las mejores cosas no llegan rápido, que toman tiempo y esfuerzo, por lo que agradezco que, incluso teniendo tanto miedo, sabía que debía darme tiempo para ver lo mucho que esta carrera iba a cambiar y ampliar mi visión artística, y sabía que eso solo pasaría si me daba tiempo para vivirlo.

 Efectivamente algunas situaciones inesperadas empezaron a llegar en el cierre de ciclo básico que me hicieron cambiar varios planes que tenía para mi carrera.

¿OTRO AMOR?

El principio de ciclo profesional, 2022.

Ciclo profesional está lleno de experiencias, situaciones y clases que me han llevado directamente a donde estoy hoy en día, y quiero relatar esas que más representaron mi camino y crecimiento en la Javeriana.

Empecemos por la que para mí es una de las más importantes, una que cambió completamente el camino que tenía planeado seguir por la carrera y que me hizo abrir mi mirada hacia otras disciplinas. Lo mejor de todo es que fue una situación que no pedí y que en ese momento fue algo que no me gustó que sucediera, hoy en día agradezco mucho que haya pasado.

Terminé ciclo básico y como ya había pasado a ciclo profesional tuve mis primeras audiciones para los ensambles que había para el siguiente semestre, tener las audiciones fue una experiencia nueva para mi y aunque estaba muy nerviosa, estaba casi segura de que pasaría a alguno de los dos ensambles para los que audicioné. Al parecer me equivoqué porque ese semestre no pasé a ningún ensamble. Dentro de la decepción que tuve al enterarme, también entró la preocupación de atrasarme por no haber pasado a un ensamble, por lo que mi consejero académico me recomendó inscribir alguno de los ensambles obligatorios (Ensamble de producción para la escena, Ensamble de creadores – gestores y espacios de circulación o el Ensamble de escrituras – estructuras y formas de documentación) para no atrasarme más. Inmediatamente y sin pensarlo un segundo, elegí ver producción, ¿por qué no? Me dije, siempre tuve un gran interés por el área de producción por lo que no debía ser muy complicado, ¿cierto?

Producción fue una combinación de lo que me había imaginado junto con un universo completamente nuevo que nunca esperé y no terminaba por entender, fue mucho más de lo que algún día imaginé, podría decirse que terminé por obsesionarme por entenderlo todo, y aunque sea contradictorio, producción fue lo que más frustración me trajo ese semestre, pero al mismo tiempo, era en lo que más pensaba, lo que más quería hacer todo el tiempo y mi cabeza no dejaba de trabajar en nuevas ideas y en pensar en los términos y en tratar de entenderlos ¿una relación tóxica? Puede ser. Mientras pasaban las semanas todo se ponía más difícil y tenía más responsabilidades como productora, estaba más ocupada, pero al mismo tiempo más comprometida y atenta para que todo saliera bien. Ese primer acercamiento a la producción se puede resumir en lágrimas, frustración, confusión, pero también mucha pasión, emoción, curiosidad y compromiso; todas emociones muy fuertes acompañadas de muchas anécdotas. 

Al final de ese semestre, durante la temporada de ensambles, todo lo que sentí durante el proceso de la asignatura cobró sentido y comprendí que todo lo que hice durante las clases y el esfuerzo y emociones que me acompañaron estuvieron ahí por una razón. Demostré desde diferentes aspectos que aunque aún no me lo creyera, demostré saber los conceptos y dinámicas que hace un productor, descubrí aptitudes que la producción me ayudó a ver que llevaba conmigo y otras que había aprendido en el camino, mostré que aunque estuviera frustrada, triste o confundida sabía resolver las situaciones que se presentarán desde esos conocimientos que había adquirido y correctamente aplicado, había aprendido a crear, planear, delegar y organizar cronogramas, horarios, listas…etc, que fueran lógicas y ayudaran a las puestas en escena a ser más estratégicas y funcionales.

Entendí que todo eso hace parte de la producción y empecé a ver toda esta área desde una perspectiva más clara y asertiva, ver esta asignatura en tercer semestre, donde aún no entendía muy bien cómo funcionaba la carrera y no conocía a muchas personas, aunque suene raro, fue un total acierto puesto que el atreverme a estar en un papel complicado como el de productora en un lugar que aún no conocía, aunque fuera arriesgado, terminó siendo el impulso más grande para querer estar en la jugada y demostrar que merecía estar en ese lugar, ganándomelo por el esfuerzo, dedicación y entrega que le di cada día.

La clase de producción no solo me dejó una experiencia muy importante si no también un gran interrogante sobre lo que quería hacer con mi carrera. Me obligó a salirme de todos los planes que tenía y cuestionarme desde que lugar quería hacer parte en el arte escénico. ¿se acuerdan cuando dije que mi primer amor se había nutrido por otros matices y técnicas? Bueno, la producción entró a mi vida para hacerme entender que la danza no iba a seguir siendo mi único amor y a hacerme entender lo bien que estaba abrirme a experimentar y aceptar mi lugar como artista desde diferentes papeles.

LA DANZA Y LA PRODUCCIÓN CONVIVIENDO EN MI SER ARTÍSTICO

El semestre después de haber visto la asignatura de producción me volví a sentir como esa niña de 6 años que podía ser bailarina pero también hacía parte de todo lo que sucedía “detrás” para que su danza lograra brillar, solo que esta vez, no era solo para mí que producía, sino para otros artistas que querían contar algo a través de la danza o la actuación, ¿y yo? Yo amaba estar ahí en todo el proceso, aprendiendo y haciendo posible que ese mensaje funcionara y se entendiera, comprendiendo lo que ese artista quería contar, aterrizándolo y haciéndolo posible junto con el resto del equipo de tras escena.

¿La danza entonces quedó de lado?

Durante todo ese semestre en el que tuve mis primeros acercamientos con la producción, nunca dejé de entrenar, seguir bailando, retándome y aprendiendo de la danza. Los semestres que siguieron, es decir cuarto y quinto semestre, fueron bastantes duros, pero en estos logré darme cuenta de las capacidades que tenía y de lo mucho que había avanzado desde que había entrado a la carrera.

En cuarto semestre decidí ver dos técnicas básicas, ballet y danza contemporánea, aunque no puedo negar que fue un semestre pesado por la carga física y mental que significaba ver dos técnicas, también fue un semestre que me ayudó a generar una nueva confianza en mí misma, donde me ponía a prueba todos los días y de esta forma me demostraba lo que podía llegar a hacer. Aprendí sobre el balance que yo, Carolina, necesito tener para que las cosas funcionen y así entendí las dinámicas que a mi más me funcionaban para entrenar y aprender, sin llegar a límites innecesarios, porque si, para encontrar este balance tuve que pasar por algunos momentos difíciles de salud, que me llevaron a entender muchas cosas que estaba haciendo y no estaban funcionando en mi dinámica profesional. Dicen que equivocándose es donde más se aprende y esta no fue la excepción. Este balance no llego sin ayuda, ¿recuerdan que en ciclo básico el concepto de somática había quedado sin profundizar? Bueno, en este segundo año de carrera, comprendí a través de mi experiencia propia lo importante que es entender la somática para el bienestar de mi ser artístico, entendí que la forma de avanzar no es llegando a esos límites que a veces dentro del arte escénico romantizamos tanto, sino dando nuestro mayor esfuerzo desde un lugar en el que no nos ponemos nunca en riesgo, es hacer un proceso exigente e inteligente, es crear desde lo que eres y lo que tienes, no puedes dar ni crear algo con herramientas que aún no tienes y aun no has alcanzado, tampoco puedes crear si tu herramienta de trabajo esta lastimada por esa creación. La única forma de dar cada vez más es permitiendo que lo que tienes ahora mismo de lo mejor de sí para poco a poco explotar ese potencial y llevarlo a un nuevo nivel.

Durante la clase de contemporáneo aprendí a profundidad una técnica que jamás había escuchado: la danza contacto, una técnica que nunca había practicado, y que debo admitir que en un principio fue algo incómodo para mí, no estaba acostumbrada a tener ese tipo de contacto al bailar con alguien más, entregando, dando mi peso y confiando en el otro, resultó difícil para mi entender los motores de movimiento, confiar en ellos y abrirle mi escucha al otro. Fue todo un proceso para entender que dentro de la danza también se pueden tener conversaciones con el otro y que a través de esa escucha y confianza se pueden lograr investigaciones muy interesantes. A través de la danza contacto se puede generar confianza entre mis compañeros de escena y así mismo generar una confianza al conocer cuáles son mis apoyos más fuertes y como podía solucionar y generar vías de movimiento que tuvieran sentido.

Quinto semestre, 2023, tercer año de carrera.

Si le tuviera que poner un título a mi quinto semestre sería la típica frase, “después de la tormenta viene la calma”.

 Siempre que pienso en lo que significó ese semestre para mí, me llega una ola de tranquilidad, orgullo y paciencia, puedo decir que fue un semestre donde me permití reconectar de la forma más sana con la Carolina que baila para vivir. Después de un semestre pesado pero significativo (cuarto semestre), decidí ver la técnica de jazz / tap, que fue uno de esos retos que solo te dan ganas de seguir superando y entendiendo cada vez más, esos retos que te obsesionan de la mejor forma posible y no puedes parar de pensar en ellos. Volví a entrar en dos técnicas que había dejado de entrenar desde que dejé mi ciudad para venir a estudiar en Bogotá, y que, aunque ahora las entrenaba desde un lugar más “serio” y profesional, causaron un efecto en mí que logró hacerme conectar de nuevo con mi esencia más pura como bailarina. Me sentía como una niña jugando todos los días y que aprendía muchísimo como reacción de todo el disfrute y atención que tenía hacia esas danzas, gracias a cómo se estructuraron ambas clases, logramos darle un buen vistazo a todo el universo del arte escénico y de cómo los bailarines nos podemos mover dentro de él. Grabamos nuestro propio video, aprendiendo de los mejores planos para grabar en la danza, escribimos y creamos un universo audiovisual, produciéndolo y encargándonos de la dirección de arte; también nos convertimos en bailarinas comerciales, creamos planimetrías y coreografías, lideramos y fuimos liderados y al mismo tiempo seguíamos aprendiendo sobre la técnica de ambas danzas. Claro que esto suena como un sueño, y en parte lo fue, pero no crean que todo era tan perfecto o fácil, porque fue una técnica llena de constantes retos y de ponerte a prueba con respecto a tus ideas, tu creatividad, tu madurez profesional y tus capacidades físicas. Se que puede sonar a que hicimos mucho, pero todo dentro de la clase tuvo un proceso que nos ayudaba a llegar a un siguiente paso. Fue una técnica de la que me llevé muchas enseñanzas que hasta el día de hoy sigo aplicando en todos mis entrenamientos y que estoy segura no voy a olvidar nunca, no solo fueron enseñanzas físicas o técnicas, sino también del respeto que se merece el espacio en el que bailas, el maestro que te enseña, las personas que aprenden contigo y tu cuerpo que te permite danzar.

En ese mismo semestre tuve mi primer ensamble creativo “In-nocens” con el maestro Humberto Canessa, ensamble de danza contemporánea en el que tuvimos un espacio de conversación sobre temas bastante delicados que suceden en el mundo, y que a partir de esas conversaciones, debates y reflexiones, tuvimos la oportunidad de enviar un mensaje a todos los espectadores, de hacerle entender al mundo lo importante que es hablar de los temas que nos incomodan o nos duelen como sociedad y nos permitimos como intérpretes, a través de la danza ser parte de esas personas que no callamos y que decidimos visibilizar los temas que deben ser tratados.

Quinto semestre acabó con una primera oportunidad que me permitió ver que la danza y la producción ya convivían en mi ser artístico y no había vuelta atrás, pero ¿qué situación me permitió ver eso? Por primera vez fui monitora de producción para la temporada de ensambles de la carrera, fue la mejor noticia que me pudieron dar porque yo estaba decidida a no dejar de lado todo lo que había vivido en producción, y más que eso, quería seguir aprendiendo, creciendo y siendo parte de todo lo que tenía que ver con ese campo; y así fue. Durante el tiempo que participé en la temporada como monitora, pude ayudar a los que apenas empezaban y aprendí incluso más que cuando estaba cursando la materia, puesto que ya no tenía inseguridades ni miedos alrededor de lo que significaba producir, por lo que siendo monitora me permití observar y aprender más detenidamente lo que sucedía y como entraba yo a aportar, solucionar o coordinar lo que sucedía antes, durante o después de los ensambles, ese fue solo el principio de la Carolina productora y el semestre en el que decidí que quería ser más que bailarina.

BAILANDO, PRODUCIENDO Y ¿HACIENDO ACROBACIAS?

Un sexto semestre diferente.

Todos tenemos límites en todo el sentido de la palabra.

Yo en la danza, tenía uno muy importante que estaba ligado a un miedo que tenía desde pequeña, lastimarme o hacerme algún tipo de daño mientras hacía algo que se supone me daba vida, suena como un miedo estúpido, tal vez, pero siempre me había impedido hacer cualquier ejercicio que tuviera un poco de acrobacia en ella, incluso una simple parada de manos. En esos semestres que para entonces ya llevaba en la carrera, había visto como incluso dentro de la danza era importante aprender a hacer movimientos que yo consideraba acrobáticos, no solo porque era parte del lenguaje que estaba aprendiendo, pero también porque el aprender a hacer ciertos movimientos o trucos dentro de la danza, generaba autocontrol, cuidado y seguridad corporal, muy importante para un bailarín.

Empecé a notar como a veces me costaba hacer algunas secuencias porque no confiaba al 100 por ciento en mi cuerpo y esos límites que me había impuesto hace años no me permitían arriesgarme completamente al hacer una coreografía; por lo que, en sexto semestre, inscribí la técnica básica de circo para de una vez por todas dejar ir ese miedo que tanto frenaba mi danza.

No puedo decirles que actualmente soy una gran acróbata o artista de circo porque les estaría mintiendo, pero lo que sí puedo decirles es que tuve un crecimiento profesional muy significativo después de ver esta técnica; entre a la clase con propósitos muy claros que me permitieron tener una muy buena transparencia en mi proceso durante ese semestre, no entré a esa técnica para pretender que en 1 semestre me convertiría en una gran acróbata, más bien entré con la mentalidad de querer expandir y potenciar mi yo dancístico, y así mismo despojarme de miedos que estaban deteniéndome de explotar mi potencial en todas las técnicas.

Todo esto, lo logré a través de la comprensión de la técnica que hay detrás de cualquier práctica acrobática para saber que en realidad estas disciplinas son seguras y que con ayuda de un profesor y gracias a los entrenamientos eran muy posibles de hacer. Gracias a esto fui entendiendo que aunque ese límite que me había impuesto estaba ahí por una necesidad de protegerme, se podía solucionar entrenando desde estas disciplinas y de una forma responsable, que me permitiera entender la dinámica y la lógica detrás de ellas.

Pero… ¿lograste esa parada de manos que tanto te costaba hacer en tus clases de danza?

La respuesta es sí.

Quiero poner el ejemplo de la parada de manos porque fue un ejercicio que me permitió ver que a veces pretendemos lograr todo, como si hubiéramos nacido sabiendo hacerlo, yo, por ejemplo, pretendía que sin saber cómo era la anatomía de la parada de manos: el centro activado para evitar que la espalda se arquee, los dedos activos y arraigados en el suelo sosteniéndome, la cabeza mirando mis manos, las piernas cerradas para conseguir más estabilidad y no lanzarme con un gran impulso hacia adelante….iba a lograr hacerla en mi primer intento y durante una clase de danza sin ninguna instrucción previa de cómo llegar a ella; es como si quisieras hacer una torta desde cero solo porque viste el resultado final pero sin saber ni siquiera cuáles son los ingredientes…suena un poco raro no?.

Ese crecimiento profesional lo pude evidenciar durante ese semestre en el resto de mis asignaturas, la seguridad corporal que fui consiguiendo gracias a lo que practicábamos en circo y por todo el entrenamiento y disciplina que construí para lograr mis metas e incluso sobrepasarlas, se veía durante mis clases de improvisación y en mis espacios de creación. Mi cuerpo danzante no volvió a ser el mismo, gracias a que encontré nuevos apoyos y herramientas para que mi danza explotara, la mejor prueba de este cambio fue el ensamble en el que participé ese semestre, “Strasbourg”, dirigido por la maestra Jenny Ocampo, en el que podía fusionar 2 aspectos importantes en la danza, la improvisación y la creación, ambas trabajando de la mano para crear una obra que aunque tuviera coreografía, se centraba en el sentir grupal, dinámica y sensación, a  través del trabajo de contact e improvisación que incorporamos desde un principio a las prácticas. Gracias a las condiciones que tenía este ensamble, pude demostrarme que esos límites y miedos habían pasado a un segundo plano, para darle paso a una bailarina que se arriesga y que explora desde lo extraño, lo fuera de confort, lo incómodo e incluso desde eso que “está mal”.

Durante sexto semestre vi dos asignaturas de laboratorio, una de ellas el laboratorio de composición coreográfica con el maestro Humberto Canessa. Una asignatura que durante cuarto semestre también inscribí, sin embargo, para ese entonces aun no tenía las herramientas para sacarle todo el provecho, por lo que estando en sexto semestre decidí repetirla, siendo consciente que, en mí, ya existía mucho más conocimiento y repertorio para crear piezas propias que tuvieran un sentido en mi arte. Como espero hayan deducido por el título de la asignatura, esta se trataba de crear, componer y dirigir coreografías, creadas a partir de pautas y conceptos aprendidos durante el semestre, que nos permitían entender el proceso y los elementos que se deben tener en cuenta para la composición de piezas en la danza. ¿Qué hice yo? Yo cree a partir de un tema que siempre ha sido bastante personal para mí, mis problemas alimenticios. Como artista, siempre he usado mi realidad y experiencias para crear mi arte y utilizo mis habilidades para hablar conmigo misma, para entenderme, perdonarme y dejarle un mensaje o enseñanza a los demás.

En la danza siempre existió un aspecto que nunca fue mi favorito hasta que lo trabaje en sexto semestre, otro limite, la improvisación. Estaba tan acostumbrada a siempre entrenar desde la coreografía y las secuencias, que llegar a la carrera y abrirle paso en mi danza a la improvisación fue algo que no me gustó, me sentía fuera de mi misma y honestamente, aun no entendía cómo poner mi repertorio en función a la improvisación. ¿Recuerdan que en sexto semestre vi dos asignaturas de laboratorio? Esa segunda clase fue el laboratorio de danza improvisación con la maestra Natalia Orozco, fue un espacio de exploración en donde gracias al acompañamiento guiado de Natalia, logramos entender y absorber conceptos y referentes que nos permitieron durante todo el semestre ver de dónde pueden venir algunas fuentes y motores de movimiento, también a través del juego entendimos que el crear y generar ideas no tiene por qué ser una pauta o labor estresante; por el contrario, debía venir del entendimiento y liberación corporal que se fuera construyendo durante la practica en el semestre.

El semestre acabó con la noticia de que nuevamente volvía a ser parte del grupo de monitores de producción, y para mí ser parte de este equipo para la temporada de ensambles se volvió vital, y más que eso una costumbre que me gustaba mantener, no solo porque lo sentía como mi lugar y el espacio a donde pertenecía, sino porque cada obra que había era una oportunidad para aplicar mis conocimientos y resolver retos desde lugares que muchas veces no parecían convencionales, cada puesta en escena es un mundo y como productora, siempre debía estar ahí para entender la visión y aterrizarla a una realidad funcional. La única forma de ser mejores en las cosas que hacemos es haciéndolas, valga la redundancia; haciéndolas una y otra y otra vez. Yo tenía todos los conceptos leídos y estudiados sobre lo que un productor debe hacer en una puesta en escena, pero traducir esa información al trabajo de campo y moldearse a las circunstancias solo se podía entender y evidenciar haciéndolo en carne propia, por lo que aproveché al máximo esta nueva oportunidad de aprender y sumergirme en nuevos universos desde mi visión como productora y así conseguí una normalidad y una dinámica que me funcionaba dentro de esta área.

VIENDO HACIA ATRÁS EL RECORRIDO…YA TODO COBRA SENTIDO

¿En qué momento llegamos a séptimo semestre? mi último año de carrera. 2024.

En las historias de amor existen etapas que se viven durante la relación, esta solo ha sido una de las tantas etapas que he vivido con mi primer amor y de alguna forma ya está llegando a su fin para darle entrada a una nueva etapa en la relación.

He tenido tantas experiencias, tantas clases, presentaciones, errores, aciertos, aprendizajes…pero ¿todo lo que he hecho aquí sí ha valido la pena? ¿mi ser artístico si ha evolucionado o porque a veces pienso que no he avanzado en nada? Estas fueron preguntas que comencé a tener durante la carrera y que al llegar a séptimo semestre se empezaron a resolver ¿cómo? Durante las clases que vi ese semestre, entre ellas 2 técnicas básicas, ballet/moderno y jazz/tap, empecé a hacerme consciente de que había entrenamientos, conceptos y costumbres que ya tenía muy apropiadas y arraigadas a mi danza, con esto entendí que la práctica y consistencia que generé durante los últimos 3 años me había ayudado a aplicar de manera orgánica muchas herramientas que para mí ya eran lógicas para el respeto y energía de cada práctica; esto lo evidenciaba mucho durante las técnicas, cuando durante la clase algún profesor enseñaba como debía hacerse técnicamente un movimiento y yo me daba cuenta que ese tipo de información estaba tan interiorizada en mí, que ya la hacía de forma automática, por ejemplo el recorrido que debe hacerse al realizar un “Tendu”, la pierna estirada hacia adelante mientras el pie sale de primera posición por el suelo, pasa por media punta para finalmente llegar a una punta de pie. Por otro lado, están esas costumbres que por respeto y responsabilidad se deben hacer y entender, desde calentar antes de hacer cualquier entrenamiento, hasta saber que, por respeto a mí, a los demás artistas y al espacio, están estas normas que sirven para tener una buena convivencia: la actitud con la que entro al espacio, el respeto que tengo por el espacio que me permite bailar en él y la puntualidad que por respeto a mí y a todos se debe mantener.

Mi amor me iba enseñando muchas cosas mientras pasaba el tiempo, pero no me lo decía, quería que yo me diera cuenta lo mucho que había cambiado, pero en el momento adecuado.

Ese semestre logre inscribir una asignatura que quería ver desde tercer semestre, pero que en ese momento no estaba lista, necesitaba vivir más cosas para sacarle el mayor provecho, el laboratorio de aéreos; la clase que más me ha ayudado a ver el potencial que tengo como artista y que me ha enseñado a confiar en mis capacidades de formas que yo jamás había siquiera esperado. Esta asignatura la vi durante mi séptimo semestre (2024-1), pero también la cursé como materia en el intersemestral de ese mismo año (2024-2); por lo que tuve un proceso y aprendizaje que duro 6 meses continuos. Durante 2024-1, vi la clase con la maestra Alina Velásquez, que, con un acompañamiento muy cercano y atento, me enseño las bases que necesitaba para entender lo que significa practicar aéreos de una forma responsable y consciente, ¿era lo que esperaba? Para nada, antes de inscribir la asignatura solo podía ver a los demás practicando, se veía divertido, hermoso e incluso inspirador, ¿pero hacerlo? Hacerlo iba más allá de la belleza, lo divertido o lo inspirador; al empezar con el entrenamiento en aéreos entendí la realidad de esta disciplina y las cosas que esta pide de tu relación mente-cuerpo para lograrla. El elemento que yo elegí en aéreos fue la tela, inmediatamente empezamos con los entrenamientos que nos iban a permitir subirnos y crear secuencias en ella, cada elemento tenía un entrenamiento diferente puesto que tenía necesidades corporales diferentes, sin embargo, desde un comienzo, se utilizaba dicho elemento para hacer lo entrenamientos, puesto que esto nos permitía irnos acostumbrando a él. Una vez entendí los conceptos básicos, agarres y como me debo subir a la tela, los avances fueron sorpresivamente rápidos, teniendo en cuenta que la clase solo era 3 días a la semana, al entrar en un entendimiento con el tema de la altura y la seguridad que la tela me brindaba para no tener un accidente, se volvió más fácil para mi enfocarme en la técnica y en la lógica de las secuencias, porque si, también se trataba de lógica y atención, la pierna derecha pasa por aquí, el torso se queda pegado a la tela, la mano izquierda se suelta de ambas telas para que el resto del cuerpo pueda pasar… etc.

Mas allá de haber aprendido una nueva técnica dentro del circo, la practica en aéreos me permitió trabajar en aspectos físicos que siempre me habían costado, en especial la fuerza, como bailarina, siempre he sido consciente de lo importante que es trabajar la fuerza para lograr hacer muchos ejercicios y así mismo, tener una claridad muscular importante al bailar, pero la fuerza en mis entrenamientos siempre pasaba a un segundo plano, puesto que siempre priorizaba el entramiento de cardio y flexibilidad ¿Por qué? Bueno, más allá de preferir los aspectos que mencione anteriormente, siempre me sentí incapaz de construir la fuerza suficiente por lo que me evitaba “la humillación”, lo irónico de esto es que la única forma de construir esa fuerza, era trabajándola, pero yo no me lo permitía, por lo que en el laboratorio de aéreos me obligue a poner este aspecto de primeras y demostrarle a mi cuerpo todo lo que era capaz de hacer si lo trabajaba…y así fue. Desde el semestre pasado conseguí una fuerza tan significativa que no solo lo veía físicamente, sino que también lo sentía al bailar y al hacer cualquier ejercicio por dentro o fuera de la clase de aéreos. Al acabar el semestre, empecé a ver la clase nuevamente durante el intersemestral, y puesto que las clases intersemestrales son intensivas (todos los días), el entrenamiento que tuve en mis primeros acercamientos a la práctica de aéreos se intensificó y esto me permitió ver como la fuerza se volvió una herramienta vital para todo, esta dejo de ser ese muro que no me dejaba pasar y se convirtió en la herramienta principal para escalar cualquier montaña. Desde entonces, en todos mis entrenamientos, incluyo la fuerza como uno de los elementos principales y me permito llegar a mis limites saludables para retarme cada vez más.

Y ahora puedo montarme a una tela, ser inspiradora, hermosa y divertida, mientras entreno y me reto todos los días.

En séptimo semestre estuve en el ensamble de danza contemporánea, “Intento optimista de un lunático” basado en el conocido álbum de Pink Floyd “The dark side of the moon”, dirigido por el maestro Arnulfo Pardo y codirigido por la egresada Laura Castiblanco. La experiencia que tuve en este ensamble fue muy diferente a todas las que había tenido anteriormente, y para mí, una de las razones que me hicieron vivirlo diferente fue la autopercepción que empecé a tener como artista, comencé a verme como alguien más profesional, una artista escénica que entiende el universo en el que se desenvuelve y sabe moverse a través de él, por lo que durante el semestre, este espacio lo vi como una forma de poner a prueba todo lo que era como bailarina, ejecutante y creadora. Creamos el ensamble principalmente a partir de coreografías dadas desde la dirección y momentos creados por todos como ejecutantes, fueron dos formas de crear una obra que me permitieron ver como respondía a diferentes pautas, fui capaz de ver que puedo trabajar en grupo, dar ideas de movimiento y recibir ideas de los demás ejecutantes a favor de la obra. Aunque entre al ensamble sintiendo un aire mucho más profesional a mi alrededor, también soy consciente del crecimiento tan poderoso que tuve durante todo el semestre, se podría decir que fue un antes y un después en mi forma de estar en un entorno profesional y esto lo demostró el resultado final. Durante las funciones me sentía segura de lo que hacía y tenía muy apropiada toda la obra, la entendía, la hacía entender, la vivía y la interpretaba, no solo la bailaba, no solo pasaba a través de ella sin un propósito, porque gracias a la seguridad que construí durante el semestre, a raíz de la práctica y atención hacia el universo que creamos, fui capaz de enfocarme en otros aspectos muy importantes dentro de una puesta en escena: la expresión, apertura, escucha corporal, conexión grupal y el conocimiento del espacio. El buen manejo que tuve durante el semestre con todas estas características me permitió demostrar que esta etapa que he estado viviendo con mi primer amor desde que llegue a Bogotá, ha dado sus frutos y así mismo ha cosechado muchos más para el futuro.

Y adivinen que…espero que para este punto ya sepan que voy a decir.

Si, nuevamente fui la monitora de producción, pero esta vez no solo de la temporada de ensambles, sino también de la clase durante todo el semestre, estuve ahí acompañando el proceso de los artistas que estaban viendo esta asignatura y esto me permitió poner a prueba todo lo que había aprendido hasta ahora a favor del aprendizaje de los demás, fue dar pequeñas enseñanzas sobre la producción, fue enseñarle a mis compañeros artistas a través de mis experiencias como podían hacer las cosas de una forma funcional y guiarlos para que lograran pensar como verdaderos productores. Asumí este trabajo con la seguridad de que iba a ser una prueba gigante para mí, que iba a tener que demostrar todo lo que había dicho que sabía y constantemente ponerme a prueba, pero por otro lado, sabía que era una forma de reaprender eso que me habían enseñado hace unos años y así mismo iba a poder seguir aprendiendo a través de el acompañamiento que le daba a los demás artistas para solucionar algún inconveniente que se les presentara durante el semestre. Fue difícil, fue un reto y una responsabilidad muy grande que me confiaron y que todos los días voy a agradecer, de ahí me llevo muchas enseñanzas para mi vida profesional y así mismo, me llevo una imagen más clara sobre la realidad que vive una productora, desde su responsabilidad dentro de un proyecto hasta la actitud que se debe tener produciendo.

Y llegamos a octavo semestre, mi último semestre, el momento de cerrar este proceso tan enriquecedor.

Este último semestre decidí volver a visitar la asignatura del laboratorio de danza improvisación con la maestra Natalia Orozco, entré a la clase con una pregunta muy clara para aprovechar este espacio y desarrollarla durante las clases. Me preguntaba por el repertorio de un bailarín y como a través de la danza improvisación este se puede expandir, la clase fue muy provechosa y este espacio me ha permitido tener muchas respuestas sobre esta investigación a través de las experiencias de cada clase, mi repertorio personal se ha nutrido muchísimo y hacerme consciente de ello me ha permitido absorber más de lo que esperaba, ha sido una exploración muy provechosa e importante para finalizar mi proceso en la carrera. Entrar con una pregunta planteada a la clase desde el principio del semestre me permitió sacarle el mayor provecho a cada matiz, pauta y propuesta que nos han dado, por lo que esta investigación se ha profundizado bastante y me ha permitido entender de donde viene mi repertorio actual y como este se ha expandido o ha cambiado con los años. Encontré en los ejercicios varios puntos claves que me han permitido identificar como mi repertorio personal se ha ampliado: el espacio, la cotidianidad, el contexto, el contact improvisation, los demás artistas, el trabajo con la imagen y el aburrimiento. Me parece importante compartir lo que sucedió esta vez durante el laboratorio ya que este se convirtió en un cierre del proceso que he vivido durante todos estos años con respecto a el crecimiento de mi danza, de las vías que he encontrado para conocerla mejor y entender de donde viene, como la potencio y cuáles son esos lugares que me ayudan a nutrirla.

El proceso empezó con una Caro completamente diferente a la que está escribiendo esto, una Caro que no se permitía abrir los ojos para mirar alrededor por miedo de estropear esos planes que tenía tan trazados desde hace tantos años; por el contrario este proceso acaba con una Caro que miró más allá y se deconstruyó para construir una nueva artista sensible al mundo que la rodea, que rompe sus planes para experimentar y conocer nuevos lugares y espacios, una Caro que alimentó su amor y le dio otro que la llenó de propósito, una Caro que produce, organiza, baila, improvisa, crea, destruye, construye, gestiona, aprende y enseña. Una Caro que esta lista para seguir recibiendo lo que el arte le quiere dar.

Me encantaría no tener que parar nunca de escribir sobre las etapas que he vivido en mi relación con mi primer amor, pero como todos lo sabemos, todo tiene un principio y un final, y esta etapa ha llegado a su fin, y mi primer amor me está pidiendo permitirnos a ambos abrir una nueva puerta para seguir viviendo el arte juntos, para darle paso a nuevas experiencias ahora que nos conocemos mejor.

Soy Caro, Carolina, bailarina y productora escénica.

Bailo y produzco porque eso me hace ser todo esto mientras todo esto me hace bailar y producir.

Y COLORIN COLORADO ESTA ETAPA DE AMOR HA ACABADO… Y ZAPATICO ROTO, EN UNOS AÑOS TE CUENTO OTRA.